El Entrenamiento para Padres (EP) forma, en mayor o menor grado, parte de las intervenciones del proceso terapéutico de los niños y adolescentes. El objetivo de estos programas es fortalecer el rol parental y aumentar el bienestar y desarrollo de los hijos. Recientemente se ha publicado un artículo que revisa los distintos entrenamientos y su eficacia: “Una revisión sistemática de la eficacia de los programas de entrenamiento a padres” (Lozano-Rodríguez, Valero, Aguayo, 2017).

A continuación os presentamos un breve resumen, con el que pretendemos ilustrar la importancia y los beneficios de la implicación de los padres durante el tratamiento de sus hijos:

El EP puede aplicarse ante distintos problemas y trastornos. También se usan en casos sin patología, en los que los padres presentan dificultades en la crianza de sus hijos y buscan mejorar sus habilidades.

Los EP pueden aplicarse de manera individual (para los progenitores de una familia) o grupal (progenitores de varias familias que comparten una misma situación). Este entrenamiento puede realizarse como única opción, cuando los hijos no quieren/pueden acudir a psicoterapia o paralelamente cuando los hijos realizan un tratamiento psicoterapéutico.

Entre sus objetivos, se incluye mejorar la calidad de la relación padres-hijos. Para ello, es importante dotar a los padres de técnicas de modificación de conducta e incrementar competencias como el manejo del estrés, el control de la ira y las habilidades sociales y comunicativas.

Al aplicar un EP se observan cambios positivos tanto los hijos como en los padres, y en consecuencia, mejora significativamente el clima familiar y la dinámica relacional. Algunos de los cambios más observados son los siguientes:

–          EP en los Problemas de Conducta: los padres logran actuar de manera más reflexiva, regular mejor el comportamiento de sus hijos. Aprenden a usar más el elogio y menos el castigo. También disminuyen sus niveles de estrés y sintomatología depresiva derivada de la situación. Los niños disminuyen la conducta no deseada (hiperactividad, conducta desafiante y/o agresiva).

–          EP para fomentar Habilidades Parentales: los padres muestran mayor actitud positiva y emplean menos la técnica del castigo.

–          EP para afrontar los Trastornos Alimentarios: los padres reducen la actitud crítica ante sus hijos y los problemas que se presentan.

–          EP para tratar temas entorno a la Sexualidad: los padres se sienten más competentes para afrontar temas relacionados. Se consigue mayor comunicación con los hijos y aumenta la comodidad al hablar de la sexualidad, además de hacerlo de manera efectiva.

–          Acoso escolar (Bullying): Los hijos muestran conductas más empáticas y disminuyen el nivel de hiperactividad.

–          EP en la Prevención de Consumo de Sustancias: los padres logran comunicar y gestionar mejor. También se aprecian cambios de perspectivas que se tenían previamente.

La oferta de los programas es diversa y todos ellos  promueven cambios positivos, aunque hay algunos en los que éstos se mantienen más a largo plazo que en otros.

La implicación de los distintos miembros de la familia, no sólo de los pacientes es siempre importante, ya que complementa la terapia individual y promociona nuevas dinámicas en el sistema familiar que benefician a todos los implicados.

Para obtener información más detallada, pueden consultar el artículo completo en el siguiente enlace: http://www.revistapcna.com/sites/default/files/16-22_1.pdf